viernes, 27 de junio de 2014

IDENTIFICAR LAS CAUSAS QUE ORIGINAN LA VIOLENCIA ESCOLAR


AUTORES:
Andrade Vicmellys
Camaño Maria
Crespin Cynthia
Liset Ellizer

Caracas, junio 2014


INTRODUCCIÓN

La violencia es un tema que preocupa y asusta cada vez más, más aún en las escuelas porque no hay muros ni pared que permita evitar que ésta llegue a ellas. Más allá de la preocupación, los padres, maestros y alumnos sienten con frecuencia miedo e impotencia la cuando violencia en la escuela se presenta con toda su dureza y cada vez con más frecuencia.
Hemos elegido este tema para dar énfasis a las estrategias para prevenir la violencia escolar así como reconocer los indicadores que permiten detectar tanto al agresor como a la víctima. Identificar las causas que conducen a la violencia, así como los factores detonantes nos llevará a actuar de manera efectiva e inmediata para poder disminuir el índice de violencia en las escuelas.
Indagando sobre el tema hemos encontrado gran cantidad de informaciones precisas y muy relevantes para poder detectar a los grupos más vulnerables a la violencia y a las situaciones que lo llevan a los componentes a concretar el hecho.
En el presente trabajo nos hemos centrado con mayor precisión en la violencia escolar, que con seguridad podemos señalar que no se genera en la escuela, más bien tienen sus raíces en el seno familiar y/o social

CAPITULO I

Planteamiento del problema

Actualmente, La Educación Básica en Venezuela se encuentra saturada de mucha violencia, ya que, la intolerancia se ha vuelto la fortaleza de las comunidades, por las diversas situaciones que se desarrollan en el entorno del individuo.
La necesidad del hombre de mantener una postura de líder, ha sido mal enfocada por quien tiene el poder, pero es solo una mala concepción, en consecuencia de las diversidades en núcleos familiares ; si la base de una comunidad es la familia, podemos decir que la sociedad sufre las consecuencias por la crisis familiar, suena duro ver este término, pero es así, pues muchas familias constituidas (papa, mama, hermanos) están siendo fracturadas debido a las diferentes consecuencias como: divorcios, amantes, madrastras, padrastros, maltrato verbal, psicológico, maltrato físico,  machismo, desconfianza, falta de comunicación, entre otros; figuras que pasan a ser un segundo plano para lo que moralmente concebimos en el concepto de familias dentro de la sociedad.
La escuela como institución inmersa en la comunidad, es quizás la más importante, donde se observa la conducta de los niños, niñas y jóvenes, donde la misma es el reflejo de los hogares, por ello hacemos referencia en el párrafo anterior, y es que el índice de la violencia dentro de las escuelas, puede ser producto de la violencia familiar, este último referente puede ser el causal, pues se puede visualizar como la juventud promedio de entre 12 y 17 años de edad tiene un alto nivel de intolerancia e irrespeto por el cumplimiento de valores de convivencia, donde numerosas investigaciones afirman esta postura tal caso tenemos de la UNICEF, el cual elaboro en Panamá, un proyecto en contra del maltrato escolar donde se ha abanderado en toda la América Latina y el Caribe. Según Eljach Sonia (2011), autora del proyecto de investigación ya mencionado, reseña de la siguiente manera:
Para la mayoría de los niños y de las niñas en América Latina y el Caribe, la escuela representa el espacio donde  pasan el mayor tiempo de su vida cotidiana. La función central de la escuela  es educar, enriquecer y proteger a sus estudiantes en el ámbito de  respeto y ejercicio de los derechos de todos. Sin embargo, aún hay escuelas donde se  registran dinámicas que vulneran los principios de la Convención sobre los Derechos de los Niños. Por ejemplo, se siguen reportando casos de castigos corporales, así como de maltrato emocional y abuso sexual. También se observa una tendencia creciente del acoso entre pares – agravado por el uso del internet- e inclusive de agresiones de estudiantes (sobre todo varones) y, en algunos casos, de padres contra maestros y autoridades educativas.
No obstante, el sistema educativo aún en sus intentos de fomentar la paz, la convivencia, los valores, formar personas prestas al dialogo. Están atados de manos al querer dar respuestas satisfactorias ante este fenómeno.
En relación a lo antes expuesto se puede decir que la ausencia de los buenos hábitos y costumbres fomentados, y el poco interés en el proceso educativo, la violencia que se da en los medios de comunicación, el abandono del hogar, la aparente intolerancia política, el racismo, la religión, el acoso en la escuela, son alguno de los elementos influyentes en el causal de la violencia escolar, fomentándose en las instalaciones educativas con características tales como: físicas o psicológicas.
En virtud de lo planteado en los párrafos anteriores surge en el grupo investigador las siguientes interrogantes:

¿Será la violencia escolar un afluente de la consecuencia de los hogares disfuncionales? ¿Cuáles son las causas que dan origen a la violencia escolar? ¿Qué motiva a los jóvenes ser tan agresivos hacia ellos mismos? ¿Qué medidas tomar en caso de presentar un caso de violencia escolar dentro de un aula de clases? ¿Cómo puede manejar un docente  la situación de violencia escolar?
A todas las inquietudes planteadas, se procederá a realizar el siguiente trabajo de investigación para esclarecer respuestas a este problema de ámbito social.

Objetivos de la investigación

Objetivo General:
·         Identificarlas causas que originan la violencia escolar.
Objetivos Específicos
     Conocer el significado de  violencia escolar.
     Identificar las causas y factores influyentes de la violencia escolar.
     Conocer las necesidades de atención  y prevención de la violencia escolar.
     Indicar las desventajas de la violencia escolar.
     Explorar las estrategias pedagógicas implementadas por el docente en el aula para evitar la violencia escolar.

Justificación de la Investigación

La violencia escolar  es la acción u omisión intencionadamente dañina ejercidas entre miembros de la comunidad educativa (alumnos, profesores, padres, personal subalterno) y que se produce dentro de los espacios físicos que le son propios a esta (instalaciones escolares), bien en otros espacios directamente relacionados con lo escolar(alrededores de la escuela o lugares donde se desarrollan actividades extraescolares), también se entiende como cualquier tipo de violencia que se da en contextos escolares. Pueden ir dirigidas hacia alumnos, profesores o propiedades.
Estos actos tienen lugar en instalaciones escolares (aula, patios, lavados, etc.), en los alrededores del centro educativo y en las actividades extraescolares. Son dañinos psicológicamente pueden generar en algunos casos la muerte de la persona.
Es de nuestro interés el conocimiento del acoso escolar ya que nos lleva a iniciar  un plan de acción para crear conciencia del daño que produce el acoso escolar en la vida del individuo. Poner en practica todos los recursos  que tenemos para enfrentar el problema, desarrollando actividades que logren crear conciencia  para implementar técnicas que frenen el acoso escolar, estas podrían ser charlas, anuncios, campañas publicitarias para fomentar los valores de la amistad y el compañerismo.

CAPITULO II

MARCO TEÓRICO

Antecedentes de la Investigación

César (2001), llevó a cabo un estudio titulado: “Gerencia del Aula dirigida a la Formación de Valores en los planteles de Educación Básica de Ciudad Bolívar-Estado Bolívar”. Fue un estudio de tipo transversal con diseño no experimental expost-facto en una población integrada por un total de 45 docentes y 260 alumnos. En el caso de los docentes se tomó toda la población; en el caso de la muestra de los alumnos, se desarrolló un proceso de muestreo intencional a través dos fases: la primera, referida al tamaño de la muestra; la segunda, sujeta a la selección de la muestra.
Ávila y Fernández (2006), llevaron a cabo un estudio analítico documental titulado: “Educar en valores en la educación inicial: reto ante la realidad actual”; la cual se planteó como intención fundamental, proporcionar información teórica actualizada sobre la educación en valores, conjuntamente con la presentación de una serie de orientaciones didácticas para llevar a la práctica la educación en valores desde el nivel inicial, bajo una perspectiva que sirviera de fundamento a los padres y docentes para una acertada formación basada en criterios metodológicos que permitan trabajar sistemática e intencionalmente en esta importante área. Siguiendo esta visión, tiene pertinencia la investigación realizada por Flores, Hernández 
Lira (2007) titulada: “Programa para la prevención de la violencia estudiantil”, la cual partió de la necesidad de generar respuestas concretas al creciente problema de la violencia estudiantil presente en el contexto de una institución (Liceo Bolivariano Fernando Peñalver) de Ciudad Bolívar, Estado Bolívar. Sobre la realidad de la violencia que se suscita entre estudiantes de esta institución y de éstos contra los de otros centros educativos.
Bases Teóricas

En el desarrollo de esta parte, se abordan los tópicos que sirven de fundamentación teórica a la problemática de esta investigación y que se encuentran representados en los aspectos referidos a la violencia, la violencia escolar y la educación en valores y cultura de paz como una alternativa para la atención y solución del problema de la violencia en la escuela.

Aspectos Teórico-Conceptuales de la Violencia:
La violencia se ha considerado una realidad que se encuentra en conjunción con el propio ser humano y ello se justifica en el hecho de que la historia de la humanidad ha estado ligada a la violencia como forma de comportamiento y como práctica reiterada en las sociedades. La importancia de la violencia como aspecto ligado a la condición humana, ha llevado a la necesidad de definirla, a efectos de conocer sus alcances, implicaciones y consecuencias.
Una definición a considerar respecto a la violencia, es la que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS) (1996), cuando señala que esta representa “El uso intencional de la fuerza o del poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o una comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (p. 12).
Lo que se expresa en esta definición indica que la violencia constituye una acción intencional basada en la fuerza o en el poder claramente dirigida a ocasionar daños físicos o psicológicos, a afectar su desarrollo y, en el peor de los casos, la muerte a otra persona o grupos de personas, por parte de la persona o grupos de personas que tiene el poder o la fuerza para ejercerla. Esta definición igualmente viene a reflejar que el ejercicio de la violencia se evidencia en cualquiera de las formas de agrupación social.
En ese sentido, su presencia se puede dar en el marco de los grupos familiares (violencia de hombre a mujer o mujer a hombre; violencia de padre a hijos o de hijos a padres; etc), en la escuela, en los ambientes laborales, en fin, en todas aquellas situaciones donde se encuentre presente el ser humano.
Como aspecto a considerar en la definición de la violencia como insumo para esta investigación, se encuentra lo expuesto por Gil (2005), cuando afirma que el concepto de violencia puede tener diferentes niveles de generalización:
En su forma más abstracta, violencia significa la potencia o el ímpetu de las acciones físicas o espirituales… En un sentido más concreto, la violencia puede ser definida como la fuerza que se hace a una persona o cosa para  sacarla de su estado, modo o situación natural. Así la institución de la esclavitud en la cultura grecorromana era una institución violenta, ya que impedía al esclavo el acceso a la libertad jurídico-política, libertad que constituye uno de los componentes fundamentales de la naturaleza ideal del ser personal…Por último, en un nivel semántico, más preciso y restringido violencia es la acción el comportamiento manifiesto que aniquila la vida de una persona o de un grupo de persona o que pone en grave peligro su existencia. Violencia es, por tanto, agresión destructiva e implica imposición de daños físicos a personas u objetos de su propiedad en cuanto que tales objetos son medios de vida para las personas agredidas o símbolos de ellas
 Los aspectos que se derivan en torno a una definición de la violencia, planteados por el autor citado reflejan la condición de disturbio de ésta, en cuanto a que::expresa una potencia o ímpetu que indica la vehemencia con la cual una persona se apresta a conseguir lo que desea;  viola la situación natural de todo individuo, que puede estar representada en su paz y libertad; implica el ejercicio de la fuerza para eliminar físicamente a otra persona y tipifica una acción destructiva dirigida a hacer daños físicos, psicológicos o morales a otra u otras personas.
De estas consideraciones acerca de la violencia, se puede afirmar que ésta se puede presentar de diversas formas, al respecto, Gil (2005, p. 69) señala que la violencia se puede expresar en diferentes modalidades:
La primera toma en cuenta los modos de agresión. En ese sentido, se puede hablar de violencia directa, la que viene expresada por los actos destructivos por personas o colectivos concretos sobre otras personas o  colectivos igualmente definidos; violencia indirecta o estructura, en la cual no se identifican los actores concretos de la agresión, pues ésta brota de la propia organización del grupo social. La segunda modalidad de violencia señalada por Gil toma en cuenta los actores. En este caso se puede hablar de un individuo contra sí mismo (suicidio), de un individuo contra otro individuo (crimen pasional), de un individuo contra un grupo (delitos contra la sociedad), de un grupo contra un individuo (la pena de muerte) y de un grupo contra otro grupo (enfrentamiento  intergrupales, guerra, terrorismo).
Finalmente, el autor remite a otros criterios y en ese sentido señalan las siguientes formas de violencia:
- Agresión predatoria (conductas motivadas)
- Agresión inter-machos (violencia física o conducta de sumisión exhibida por los machos mutuamente).
- Agresión inducida por el miedo (respuesta biológicamente inducida de modo que se actúa de forma agresiva hacia cualquier clase de confinamiento forzado).
- Agresión territorial (conducta de amenaza o de ataque que se muestra hacia una invasión del territorio propio, o conducta de sumisión y retirada tras enfrentarse contra el intruso).
- Agresión maternal (conducta agresiva mostrada por las hembras cuando un intruso se acerca a sus crías).
- Agresión irritable (agresión e ira hacia un objeto cuando el agresor se siente frustrado, herido, o estresado).
- Agresión relacionada con el sexo (incentivada por los estímulos sexuales que disparan la respuesta sexual).
- Agresión instrumental (la que conduce a un individuo a obtener  una recompensa mediante el acto agresivo).
Estas formas diversas de expresarse la violencia permiten verificar el carácter complejo, diverso y cambiante de la misma, lo que permite afirmar que en su manifestación se percibe no sólo la naturaleza o condición natural del ser humano, sino también las características de la dinámica del contexto  sociocultural en el cual se encuentra inmerso y la forma como se relaciona esta dinámica con las propias estructuras, dinámicas y contradicciones internas de los individuos.

La Violencia Escolar
Entre las diversas formas de manifestarse la violencia en el contexto de la sociedad, la que se suscita en los ambientes de las instituciones educativas constituye una de las que en los últimos tiempos ha generado interés, en virtud de la marcada frecuencia con la cual la misma se ha hecho presente, las modalidades que expresa y las implicaciones inherentes a su ejecución.
Una definición de la violencia escolar la realizan Serrano e Iborra (2005), cuando señalan que representa: “Cualquier tipo de violencia que se da en contextos escolares. Puede ir dirigida hacia alumnos, profesores o propiedades. Estos actos tienen lugar en instalaciones escolares (aula, patio, lavabos, etc.), en los alrededores del centro y en las actividades extraescolares” (p. 12).
La violencia escolar expresa el traslado de la acción intimatoria, invasiva y/o destructiva de una persona o grupo de personas a una persona o grupos de personas, al ámbito interno o aledaño a la institución educativa. Esta acción se puede llevar a cabo de forma vertical (directivos a docentes, docentes a alumnos) u horizontal (directivo a directivo, docentes a docentes, alumnos/as a alumnos/as).
Esta definición y su interpretación se complementan con lo que afirma Martínez (2007), al hacer referencia a las causales o factores desencadenantes de la violencia en la escuela. A ese respecto, el autor referido expresa lo siguiente:
¿A qué se debe este fenómeno de la violencia escolar? Parece que el problema obedece a un conjunto de factores (pluricausalidad). Por un lado hay que tener en cuenta que la escuela ha experimentado grandes cambios con el aumento de la escolaridad de la enseñanza. Es frecuente oír, por ejemplo, que la positiva extensión de la escolaridad comporta un incremento de los alumnos desmotivados e indisciplinados. Por otro lado, los medios de comunicación, y en particular la televisión, ejercen sobre los escolares una gran influencia a menudo poco recomendable. Tampoco hay que pasar por alto que estamos en una sociedad con altas dosis de violencia y que la escuela no es un campo aislado. Si hay violencia en la familia, en la calle y en los medios, lo extraño sería que no se manifestase en los centros escolares
La causalidad de la violencia escolar confirma el carácter complejo de este problema que afecta el desenvolvimiento de directivos, docentes, alumnos y demás integrantes de la comunidad educativa en los ambientes de la institución escolar y sus zonas aledañas. En ese sentido, su abordaje no puede realizarse sólo desde la perspectiva única de la escuela, la familia o la comunidad, sino que debe asumirse la comprensión de los diferentes factores que coadyuvan a que la violencia escolar haga su aparición y permanezca o se haga más crítica en el contexto de la institución escolar.
A esta se le debe agregar sus múltiples formas de manifestarse. A ese respecto, Martínez (2007) se refiere  a la interrupción de las clases (saboteo de la actividad de aula), indisciplina, maltrato entre compañeros, vandalismo y daños materiales, agresiones sexuales y violencia física. Cada una de estas formas de manifestarse la violencia escolar remiten a una acción perturbadora, que tiene, sin embargo, una característica propia y, por lo tanto, requiere de un abordaje específico de tal manera que se hagan posible su control y erradicación en los espacios de la escuela.
En lo que se refiere a la interrupción de las clases, ésta representa una forma de violencia o conducta antisociales, que consisten en la sistemática interrupción de la actividad de aula por parte de un estudiante o grupo de ellos, con la clara intención de sabotear el desenvolvimiento normal de la misma, afectando el trabajo del docente y las actividades de los/as alumnos/as que no se encuentran implicados en la acción saboteadora.
En cuanto a la indisciplina, ésta se traduce básicamente en el desconocimiento de la autoridad del docente en el aula, las cuales Martínez (2007) señala que se expresan en situaciones tales como: “retrasos injustificados, incumplimiento de tareas, etc. Este tipo de prácticas contribuyen a crear un clima de descontrol y anarquía en el aula que afecta igualmente a docentes y estudiantes”.
Las agresiones sexuales, se pueden manifestar en acciones contra estudiantes de género femenino, a través de expresiones verbales soeces, acosos, tocamientos y, algunos casos, en violaciones.
La violencia física, se traduce en agresiones físicas directas o extorsiones a un estudiante o grupo de estudiantes para no ser agredidos físicamente (Martínez, 2007).
En las diferentes formas de manifestarse la violencia en la escuela, se verifica el carácter específico que tiene cada una de ellas y, por lo tanto, la necesidad de que cada uno de los actores que tiene participación en el proceso formativo del estudiante participe para su permanente y definitiva erradicación, considerando la naturaleza específica de cada forma de violencia, la manera como participan y son afectados los alumnos en ellas y las posibles consecuencias de la no actuación o deficiente actuación ante ellas.
A ese respecto, las estrategias que se lleguen a desarrollar en el ámbito del aula y de la escuela (talleres, convivencias, normas de disciplina, etc) deben estar acompañadas por la participación activa de los integrantes de la comunidad (mesas técnicas contra la violencia) y los padres y representantes (escuela para padres).

Educación en Valores, de la Escuela.
Las reflexiones de carácter pedagógico que se han realizado en los últimos años acerca de cuáles deben ser los fines de la educación, proponen como una necesidad de carácter urgente la formación y la práctica de valores como uno de los componentes centrales del currículo escolar. En ese sentido, estas reflexiones deben conducir a lograr que las instituciones educativas generen respuestas sólidas y viables a la problemática social, donde los derechos relativos al respecto, la tolerancia y la convivencia en forma pacífica no han ido más allá de la formulación de buenas intenciones.
En relación a lo señalado, García (1999) destaca que se han producida diversas experiencias relacionada con el currículo y la formación en valores en los últimos años, a través de las cuales se han generado lecciones de importancia que revelan hechos situaciones concretas como las siguientes:
i)          Los límites de la formación en valores reducida a discursos de corte ético y moralizador, que no se expresan efectivamente en la vida cotidiana de la institución educativa,
ii)         La estrecha vinculación entre formación en valores y proyecto de sociedad y vida pública y privada que se busca construir.
Las lecciones señaladas por el autor citado, indican que la educación en valores debe darse como parte de una práctica propia de la vida cotidiana del estudiante en las relaciones que establece con las diferentes personas que forman parte de su ámbito social. Así mismo, estas experiencias vinculan la educación en valores con la sociedad que se aspira a lograr y los modos de vida a alcanzar en dicho proyecto.
En virtud de las lecciones señaladas por García, la formación en valores que un sistema educativo promueve no es relevante si carece de un norte que señale el modelo de sociedad que se quiere construir. Ello implica trascender el carácter neutro de los valores y principios éticos para vincularlos directamente con el modelo de sociedad al cual se aspira en el marco del país y con una praxis
En ese sentido, se puede decir que formar en valores conlleva un conjunto de prácticas y contenidos éticos y filosóficos que prescriben y propugnan modelos de relación entre personas que interactúan y participan en un espacio social determinado y que construyen determinadas formas de relación.
Estas orientaciones tienen indudables implicaciones en materia de derechos humanos y respecto a ello Sambrano (2007) afirma lo siguiente:
“Cuando se habla de educar en valores, se habla de educar para los derechos humanos, pues ellos están presentes en todas las manifestaciones educativas, en la escuela, a nivel macro y micro, siempre se habla de justicia, de libertad, de equidad, de solidaridad y de respeto a la dignidad humana. Siendo la educación un proceso continuo y permanente y en constante evolución, el tema de los derechos humanos, también lo es, y ligado a la paz, al progreso, y a la democracia, tiene como finalidad lograr que los alumnos adquieran una verdadera cultura de derechos humanos”.
Este planteamiento agrega un componente de alta significación a la Educación en Valores y es el que la vincula con un proceso formativo para el conocimiento y el ejercicio de los derechos humanos, partiendo del hecho de estos se encuentran presentes en los diferentes ámbitos de relación en el cual se desenvuelven las personas.
En ese sentido, en la escuela se debe constituir una formación en valores que apunten al desarrollo y consolidación de comportamientos, actitudes y formas de interactuar en sociedad en los alumnos, de tal manera que estos puedan disponer de las competencias sociales mediante las cuales practiquen y participen en la construcción de una sociedad de paz y progreso, donde se respete el derecho la justicia, libertad, solidaridad y respeto a la dignidad humana.
Tomando en cuenta lo antes señalado, tiene pertinencia considerar lo que afirma Samaniego (2001) respecto a lo que representa para él educar en valores.   A ese respecto, el autor referido afirma que es "Aquel tipo de aprendizaje humano que permite apreciar valores, es decir, incorporar prácticas y actitudes que den paso al cumplimiento de derechos y responsabilidades de las personas. En otro sentido, que favorezcan la construcción y profundización de la democracia" (p. 2).
Esta definición permite visualizar el componente político presente en la Educación en Valores que la propugna como basamento para la construcción de la democracia como forma de ejercicio político.
Igualmente, permite afirmar que la ejecución de un proceso de formación en valores adquiere relevancia en la medida en que contribuye a fortalecer la construcción de un proyecto nacional que amplíe y profundice el proceso de democratización de la esfera de las relaciones políticas.
Respecto a lo señalado, García (1999) afirma que la formación en valores debe considerar las diferentes situaciones del individuo en su condición y ser social y ciudadano y también donde “es tomado en consideración en su diversidad de papeles y status específicos como padre, madre, hijo, cónyuge, empresario, trabajador” (p. 80).
De acuerdo con lo señalado, la práctica de una Educación en Valores en la escuela debe guardar una relación sustancial con las diferentes formas como se hace posible la construcción de la democracia, no sólo en las esferas públicas, sino también en las esferas privadas de las personas.
De esa manera, se contribuye a la conformación de una práctica de los valores que tenga coherencia y continuidad en la ejecución de las formas de relación que se producen en el ámbito social y político y las que se llevan a cabo en las relaciones familiares, de pareja, profesionales y laborales, entre otras. Esto permite afirmar que todo proyecto que se plantee como propósito principal la democratización de la sociedad, debe partir fundamentalmente por los ámbitos de la familia y la escuela. Esta última, como expresión de los procesos formativos que acompañan el desarrollo de las capacidades de los alumnos, representa el espacio ideal para consolidar los valores de la tolerancia, el respeto a las diferencias y la solidaridad, entre otros que contribuyen a la consolidación de una vida en democracia los ámbitos de lo público y lo privado.
La importancia de la escuela la ejecución de las acciones dirigidos a una Educación en Valores, se encuentra en el hecho de que la misma representa el ámbito de transición a través del cual se logra que los procesos que son propios de un sistema fundado únicamente en la democratización de la vida pública se hagan extensivos a los que se producen en la vida privada.
Cabe señalar que Samaniego (2001) destaca lo que consideran son los obstáculos a superar para que se alcance una educación basada en la formación en valores en el marco de la escuela y de esa manera contribuir a democratizar la esfera de la vida privada y pública de las personas.  Dichos obstáculos los específica en dos principales que son: "el no reconocimiento del otro como igual y diferente y la no aceptación de la norma como reguladora de la convivencia social" (p. 3).
La superación de dichos obstáculos, a los fines de que la escuela pueda llevar a la práctica una verdadera Educación en Valores, se hace posible a través de la promoción y creación de espacios educativos, donde se estimule el ejercicio de relaciones de convivencia basadas en el respeto al otro y en la construcción colectiva de normas.
La consolidación de esos espacios constituirían las bases para la conformación de una cultura de paz en la escuela que pueda hacerse extensiva a los diferentes ámbitos de la realidad social del estudiante.
Ello implica igualmente, la superación de una práctica pedagógica de carácter puramente discursivo que se sitúe en el hacer y el convivir, de tal forma que los principios se hagan praxis a través de las diferentes experiencias que se logren suscitar en los espacios de la escuela.
Samaniego (2001) afirma que “la enseñanza discursiva de valores suele expresarse en la cotidianeidad escolar como piezas retóricas de corte moralizador que no se compadecen con formas represivas, no participativas y degradantes” (p. 3)
Es necesario, por tanto, favorecer una educación con orientación basada en las vivencias y experiencias diarias de los valores, de tal forma que se superen los esquemas puramente formales, retóricos y declarativos que no abonan suficientes elementos para la consolidación de una verdadera Educación en Valores. Ello se vincula con lo que afirma Samaniego (2001) cuando afirma que:
El eje fundamental de una formación en valores no puede ser, por lo tanto, la ampliación de formas y medios para difundir un discurso sobre valores sin suscitar cambios concretos en la estructura y vida de una institución educativa para posibilitar vivencias reales que permitan interiorizar valores (Ibídem).
Una Educación en Valores con propósitos realistas y dirigidos a la generación de cambios significativos desde la escuela, debe partir de acciones que vayan dirigidas a transformar las estructuras y formas de vivencias que prevalecen en la institución, de tal manera que se conformen situaciones concretas que aporten bases para nuevas formas de relación que pongan en práctica los principios y valores humanos.
Ello implica la superación de una realidad que históricamente ha marcado a los sistemas escolares, la cual tal como lo ha señalado Samaniego (2001), en cuanto a deficiencias formativas expresadas en hechos tales como “Dramática distancia entre calidad y equidad, contenidos irrelevantes, limitaciones en el desarrollo del pensamiento, ausencia de propuestas de los jóvenes en los escenarios públicos” (p. 25).
Estos hechos revelan uno de los problemas que acusa la educación actual y que han limitado a la institución a escolar a un papel puramente informativo, retórico y, en el mejor de los casos, proveedor de habilidades y destrezas exigidas y por los procesos de producción requeridos en el mercado capitalista.
Las estructuras, normas y prácticas institucionales han devenido entonces en situaciones que atentan a la formación integral de niños y jóvenes, al ejercicio y respeto de sus derechos humanos, base fundamental de una propuesta de formación en valores. En relación a ello, se debe señalar que el estilo de gestión y toma de decisiones en las propias instituciones educativas debe sufrir transformaciones para dar paso a procesos participativos y democráticos que permiten a los diferentes ámbitos y niveles de la organización escolar.
En ese sentido, el ejercicio del poder de la autoridad de directivos y maestros en el ámbito de la escuela debe cambiar de tal manera que se superen las prácticas represivas e intolerantes por una verdadera internalización de las normas como eje fundamental, de tal manera que se logre llevar a la práctica la construcción de relaciones verdaderamente democráticas, ya que la norma verdaderamente interiorizada, no solamente enseña lo que hay que hacer sino también por qué hay que hacerlo, lo que la da la a construcción colectiva de normas un sentido pedagógico.
El cumplimiento de este cometido exige la generación de un clima institucional y de aula que estime la individualidad, respete las diferencias y construya la identidad cultural, fomente el espíritu de participación, cooperación y solidaridad como pilares para la construcción de la democracia.
Si el clima de una institución educativa, incluyendo el aula de clases, se expresa en las formas de relación interpersonal y de mediación de conflictos entre directivos, maestros y alumnos, y en las maneras como se definen y se ejercen las normas que regulan dichas relaciones, la formación en valores necesita de un espacio escolar, requiere de espacios, que se acompañe de procesos y prácticas donde se practique la mediación positiva de los conflictos, la participación en la construcción de normas y la no discriminación por ningún tipo de motivos.
Este señalamiento permite abordar lo que señala Puig (2007) cuando destaca que la Educación en Valores en el marco de la escuela permite mejorar la convivencia, favoreciendo el aprender a vivir que comprende cuatro aspectos fundamentales:
Aprender a ser: auto-ética. Trabajo formativo sobre sí mismo para ayudar al ser humano favoreciendo su autonomía y responsabilidad. El sujeto es dueño de sí mismo implica un pensamiento crítico, sensibilidad moral, regulación del comportamiento, coherencia. Hacerse dueño de sí mismo es la primera tarea de este valor…Aprender a convivir: alter-ética. Enseñar a crear vínculos entre las personas. Objetivo: enseñar a abrirnos al otro, empatía, colaboración, altruismo, amistad…Aprender a participar: ética cívica. Formar parte de una colectividad: ciudadanía. Lograr un alto grado de civismo. Ciudadanía activa que es capaz de reclamar derechos y cumplir deberes. Objetivo: ser capaces de deliberar y de emprender (de sacar adelante proyectos)…Aprender a habitar el mundo: ética global. Visión global del mundo, la ética de la responsabilidad. Objetivo: ayudas a los seres humanos conservar un equilibrio con la naturaleza y con los demás seres humanos.
Estas modalidades en las cuales se expresa el aprender a vivir, forman parte de la estructura esencial de lo que debe ser una Educación en Valores dentro de la escuela y respecto a ellas debe haber una clara conciencia, de tal manera que las mismas se constituyan en ejes conductores de las acciones de todo proceso educativo en valores y bases fundamentales de los fines que debe perseguir un programa de Educación en Valores en el marco de la institución escolar.
  
La Acción Mediadora del Docente en la Educación en Valores
Los señalamientos expuestos en el punto anterior, permiten afirmar que el objetivo principal de la Educación en Valores debe ubicarse dentro de lo que representa toda actividad humana éticamente válida debe ser la búsqueda de la realización del ser humano, ya que de otra manera no tendría sentido si su propósito principal lo constituye el ser humano.
En el cumplimiento de este propósito la acción educativa debe contar con un instrumental propio, el cual es desarrollado en función del ángulo específico de aporte que se busca realizar hacia la consecución de los propósitos trazados. Las operaciones relativas a la utilización de ese instrumental se encuentran centradas en el docente a través de su función mediadora.
Con miras a complementar y precisar los aspectos señalados, es pertinente tomar en consideración lo que afirma Galdona (1999), cuando afirma que la acción docente en el ámbito de la formación de valores debe estar dirigida a “ Ayudar a cada persona a descubrir y asumir el propio sentido de la vida; Ayudar a cada persona a descubrir y desarrollar al máximo posible todas sus potencialidades de crecimiento en forma armónica y ponderada” (p. 16).
En esa perspectiva de ayuda, se asume que el docente debe cumplir un papel de mediador dirigido a posibilitarle a los educandos el desarrollo de las herramientas, a través de las cuales pueda construir en forma eficiente sus propios esquemas de valores, conjuntamente con la práctica de los mismos en un contexto determinado y específico.
Es a través de esta práctica mediadora del docente en la Educación en Valores es posible desarrollar el instrumental pedagógico y didáctico como medio específico y propio.
La ejecución de la función mediadora del docente, se alcanzan no sólo los objetivos relacionados con el desarrollo de habilidades, transmisión y generación de conocimientos, sino los que se encuentran intrínsecamente arraigados en las ciencias educativas y que se corresponden directamente con la formación de la personalidad del educando dentro de esquemas y prácticas de los valores que favorecen la convivencia entre las personas.
En este contexto, y a partir del hecho de que la educación no es el mero aprendizaje de contenidos intelectuales sino que implica el desarrollo de toda la persona, entonces es claro que un objetivo intrínseco al proceso educativo debe ser la formación de una persona en valores y en la ejecución y práctica de ese proceso el docente está llamado a cumplir una función determinante.
En relación a lo señalado, tiene pertinencia incorporar lo que afirman Acosta y Páez (2007) cuando afirman que:
Educar en valores es una necesidad social y personal. Social porque permite formar al ciudadano, persona integral que toda sociedad requiere para alcanzar sus metas. Personal porque esta educación conduce a la anhelada autorrealización. Los padres, al igual que los maestros y amigos, influyen en las motivaciones, intereses, auto conceptos que poseen los estudiantes (p. 69).
La participación del docente como mediador de procesos en una Educación en Valores se produce en un marco donde se hacen partícipes diferentes actores mediadores, entre los que se destacan los padres, amigos y demás integrantes del grupo familiar y social. La acción del docente se puede calificar como una de las más importantes, en el sentido de que al cumplir las acciones pedagógicas que le corresponde desarrollar en la escuela, cuenta con las situaciones y oportunidades para cumplir su función formadora para una Educación en Valores.
Este señalamiento se refuerza a través de una definición que realizan Casals y Travé (1998), acerca de lo que representa una Educación en Valores:
Entendemos la Educación en Valores como el proceso que ayuda a las personas a construir racional y autónomamente sus valores. O sea, capacitar el ser humano de aquellos mecanismos cognitivos y afectivos, que, en completa armonía, nos ayuden a convivir con la equidad y comprensión necesarias para integrarnos como individuos sociales y como personas únicas, en el mundo que nos rodea
En la ejecución de ese proceso de ayuda para que el alumno construya de manera racional y autónoma sus valores, el docente debe abocarse al desarrollo de las acciones que estén dirigidas a trabajar sus dimensiones morales para así potenciar el fomento de su autonomía, racionalidad y uso del diálogo como mecanismo habilitador en la construcción de principios y normas, tanto cognitivos como conductuales.
En ese sentido, la formación de la personalidad ética del individuo es una responsabilidad del docente a través de la ejecución de una acción dirigida a generar cambios significativos en los sujetos, a través de un aprender haciendo, el desarrollar las certezas a partir fundamentalmente de la experiencia críticamente analizada en un proceso personal y social que abarca a cada individuo y a la humanidad entera en forma simultánea e interactiva, que viene constituir a la ética, tal como la definen Franca y Galdona (1997), cuando afirman que implica: "la praxis de hacernos mutuamente personas en la historia” (p. 28).
De esta manera la ética representa un concepto que no sólo abarca los elementos relativos a principios universales, sino también el ejercicio de dichos principios en contextos históricos reales, en virtud de los cuales los seres humanos logran construir su condición de personas en sociedad y en el mundo. En ese sentido, desde la Educación en Valores y con la participación activa del docente como mediador de procesos en el marco de la escuela, se logra darle a la ética el lugar en el mundo que le corresponde.
En relación a este planteamiento, es pertinente considerar lo que señala Galdona (1999), quien afirma que la construcción de una personalidad ética sólida comprende “El desarrollo de un fuerte sentido de vida; el desarrollo de un proyecto de vida y el desarrollo de una personalidad ética” (p. 21).
Estos tres niveles, claramente diferenciados, deben interactuar de modo permanente. El primero de los niveles señalados, implica la capacidad de dar respuesta personal y autónoma a la pregunta fundamental de la vida.
La formulación de esta interrogante adquiere un matiz propio de acuerdo a cada contexto socio-cultural y familiar de cada persona.
El segundo aspecto supone el intento consciente y deliberado de procurar la mayor coherencia personal posible, como camino de realización, definiendo para ello las opciones históricas que, de cara al futuro, hagan posible la concreción real de los propios ideales y de la propia escala de valores.
El tercer aspecto, referido a la construcción de una personalidad ética, implica un proceso formativo de una persona capaz de viabilizar y sostener los contenidos éticos de la propia vida, implica el desarrollo de una serie de contenidos que deberán ser definidos por la propia persona, pero cuyo proceso es claramente competencia y responsabilidad del instrumental pedagógico que se implemente en el proceso formativo en valores, donde la función mediadora del docente tiene una importancia central.
En la ejecución de un proceso formativo en valores, donde el docente se desenvuelve como un mediador de proceso, se trata no solamente de que el educando sea capaz de definir los contenidos, sino de que lo haga conscientemente, que éstos se integren en un todo coherente entre sí, y que tenga la capacidad de reformularlos autónomamente, a través de las acciones y prácticas que lleva a cabo en el contexto del mundo que le rodea.
Para hacer posible la estructuración de una personalidad ética en el alumno, la acción mediadora del docente debe canalizarse a través de una serie de estrategias didácticas que se identifiquen plenamente con una educación en valores que derive en una verdadera “praxis ética”, de tal forma que la estructura ética de la personalidad tenga correspondencia con el nivel de la conciencia moral del aprendiz, lo que le permitirá su ejercicio autónomo y, por tanto, propiamente humano.
Entre las estrategias didácticas a desarrollar por el docente en el ejercicio de su función mediadora para la Educación en Valores, es pertinente considerar las que señalan Acosta y Páez (2007): “Discusión en grupos; prácticas de experiencias vivenciales, análisis de temas y canciones seleccionadas; representación o dramatización de situaciones específicas; dinámicas de apertura; desarrollo y cierre de las sesiones y charlas” (p. 60).
Estas estrategias representan algunos de los modos didácticos con los cuales se llega a poner en práctica la función de mediación del docente y constituyen referencias para viabilizar su capacidad creativa hacia nuevas técnicas que contribuyan a fomentar los procesos de internalización y las vivencias que conduzcan a que el estudiante construya de manera autónoma sus esquemas y prácticas de los valores.

Educación en Valores y una Cultura de Paz como alternativas para la erradicación de la Violencia Escolar.
La ejecución de las estrategias y acciones dirigidas a confrontar y erradicar el problema de violencia en la escuela debe darse de manera integrada, armónica, participativa y coherente, de tal forma que se logren abordar eficazmente las vertientes más críticas de dicho problema. Tal como se refirió en el párrafo final del punto anterior, la acción pedagógica e institucional debe darse como parte una estructura y dinámica donde participen los diferentes actores que participan en el proceso educativo (directivos, docentes, padres y representantes y miembros representativos de la comunidad). Este señalamiento se refuerza con lo que plantea Arellano (2007), cuando afirma que “la escuela debe fomentar una educación para la paz, formando un ciudadano autónomo y con valores cívicos, que asuma el compromiso, la responsabilidad y el derecho que tiene de vivir en una sociedad sin odios, divisiones ni violencia” (p. 23).
El cumplimiento de esta finalidad debe asumir a la escuela de manera distinta a la tradicional, es decir no aislada, sino integrada a una estructura social compleja y dinámica.
La integración de este complejo y dinámico proceso se puede dar en el marco de una Educación en Valores y orientada hacia una cultura de paz.
Este marco se constituye como eje central de toda una estrategia que persiga como propósito fundamental la erradicación de las prácticas violentas y la construcción y consolidación de comportamientos, actitudes y formas de actuación y relación transversalmente caracterizadas por la tolerancia, el respeto a la diversidad, la defensa de la libertad y la práctica de la solidaridad.
Acosta y Páez (2007) señalan que educar en valores es “equivale a un compromiso y a la vez a un reto en conjunto para docentes, padres y comunidad ya que la misma representa una necesidad social” (p. 59).
Esta aseveración confirma el hecho que la educación en valores representa una estructura y una dinámica en la cual deben estar integrados la escuela, en la figura resaltante del docente, los padres y la comunidad, a los fines de atender una necesidad social, la cual no es más que alcanzar en forma permanente modos de convivencia en valores de libertad, paz, solidaridad y respeto, entre otros que contribuyen a elevar a la condición humana y a la formación del ciudadano y persona integral a la cual aspira toda sociedad.
La satisfacción de la necesidad social a través de la educación en valores se hace extensiva a las necesidades personales de autorrealización de cada individuo. Cabe señalar que la acción conjunta de los padres, docentes y el entorno socio-comunitario son determinantes en las motivaciones, intereses y auto conceptos que poseen los estudiantes. En ese sentido, la educación en valores debe estar dirigida a la integración coherente de estos factores, a los fines de que la atención de una necesidad social se conecte con las necesidades de cada discente.
Este planteamiento se confirma con lo que manifiesta Tuts y Martínez (2006) cuando sostienen que:
Educar no sólo desde la escuela, sino desde todos los ámbitos de la formación, es formar personas para la integración en la sociedad y su participación ciudadana, solidaria y responsable….La escuela no está solo para transmitir conocimientos sino para colaborar en la educación de niños y niñas desde una perspectiva amplia: dotarles de las habilidades para aprender a ser felices
La ejecución de estas acciones implica el desarrollo de estrategias que vinculen los valores con la realidad cotidiana del estudiante. En ese sentido, la participación de los padres, los representantes de la comunidad y la consideración de los diferentes agentes del sistema educativo de la sociedad, es una condición indispensable para que se alcancen en forma efectiva y exitosa los fines y propósitos que se persiguen con la educación en valores.
Estos planteamientos son confirmados por Alonso (2004), quien afirma que en el contexto de la realidad actual, la escuela enseña para la vida y en el cumplimiento de este cometido, debe abocarse a enseñar a aprender y enseñar a convivir. Los aspectos implicados en el propósito de enseñar a aprender se expresan a través de la noción de aprendizaje significativo y respecto a ello, el autor mencionado afirma lo siguiente:
Por una parte, lo que hoy estudia un alumno ha de tener relación con otros contenido y experiencias, así como una posible aplicación en las tareas que la vida le depare. No todo lo que se estudia tiene aplicación o transferencia inmediata, pero el conocimiento dispone para la comprensión más amplia de la realidad…Además, lo significativo está en la estructura mental de los alumnos. Invitamos a los niños y niñas a tomar conciencia de las cosas, de que procesos mentales utilizan, del dominio que tienen de una información de sus comportamientos mentales, etc. Es decir, los llevamos por el territorio de la metacognición sin la cual resulta difícil la comprensión de sí mismos en profundidad
La escuela, en la búsqueda del logro del propósito de enseñar a aprender debe facultar al estudiante para desarrollar las bases mediante las cuales logran alcanzar la comprensión de la realidad de su entorno, de tal manera que el conocer logra trascender a un alto nivel de conciencia sobre dicha realidad con las cuales se conformen las bases necesarias para las actitudes y formas de comportamiento con las cuales se facilitarán las relaciones con las demás personas de su entorno.
 El propósito de aprender a convivir se expresa en lo que señala el autor, cuando afirma que  “El segundo contenido de nuestra vida es relacional. Somos seres sociales y como tales tratamos de encontrar los ámbitos de relación en que nos sintamos más felices, acogidos y útiles” (p. 24).
La escuela debe, conjuntamente con el fomento de los procesos de comprensión de la realidad en los alumnos, favorecer el desarrollo de las competencias sociales a través de las cuales puedan relacionarse y compartir de manera armónica con las personas de los diferentes ámbitos en los cuales se desenvuelve (familia, escuela, grupos, comunidad, etc).
En ese sentido, en la medida que docentes, padres y representantes y entes de la comunidad coadyuven al desarrollo de experiencias que vinculen al estudiante con valores como la convivencia, el respeto, la solidaridad y la libertad entre otros, se estará posibilitando la construcción de un ámbito pacífico y armonioso que permita el desarrollo y evolución de la condición humana.
Este planteamiento se vincula con el desarrollo de una educación para una cultura de paz, pues, tal como señala Sambrano (2007): “La paz es una condición indispensable para la convivencia y la justicia, la libertad, la superación de la pobreza, de las discriminaciones, intolerancia, etc., en fin, para ejercer en forma auténtica, los derechos humanos” (p. 53).  En ese sentido, el desarrollo de una educación en valores debe estar necesariamente orientado a fomentar el ejercicio pleno de los derechos humanos, actuando de manera proactiva sobre los antivalores de la pobreza, la discriminación, la intolerancia y la violencia como formas de relacionarse en la sociedad.
La puesta en práctica de un proceso educativo orientado a la formación en valores y el desarrollo de una cultura de paz dentro de la escuela como estrategias proactivas para erradicar el problema de la violencia en la escuela, implica profundizar en esta problemática en el marco de la institución, abordando las diferentes formas en las cuales ella se hace manifiesta, conociendo sus causas y sus elementos generadores. Todo ello, con la ayuda de la sensibilidad y la ética, a los fines de incentivar a la educación en el valor fundamental que es el derecho a vivir en paz, en un ambiente de justicia, libertad y solidaridad (Sambrano, 2007).
Para complementar lo dicho, cabe mencionar a Tuts y Martínez (2006), quienes destacan las características acerca de lo que representa la paz positiva:
La paz positiva es un proceso dinámico, activo y permanente. La idea de paz negativa en los movimientos pacifistas pasivos debe dar paso a la paso a una educación para la paz desde la reafirmación de los valores para la construcción de una sociedad más equitativa y más solidaria. Por lo tanto podríamos decir que la paz no es un estado, sino un camino activo de actuación…Supone una estructura social amplia de justicia de acceso de oportunidades para todos y todas en igualdad de condiciones… Exige, por tanto, reciprocidad y equidad, desde un contexto de relaciones solidarias, a favor de un bien común de la sociedad… Incluye a todos los estamentos de la sociedad, con particular atención al sistema educativo y a los contenidos curriculares reflejados
Desde la perspectiva de lo propuesto por las autoras acerca de lo que significa una paz positiva, se puede afirmar que la construcción de la paz se da a través de una acción educativa en la cual se reafirmen los valores de la convivencia, la solidaridad, el respeto y la libertad entre otros. El desarrollo de esa acción educativa debe darse bajo el entendido de que la paz supone la práctica permanente de estos valores en los contextos locales, regionales, nacionales y universales, incluyendo a todos y cada una de las clases sociales, sin discriminación de ningún tipo.
En ese orden de ideas, se puede afirmar que la educación para la paz se debe plantear como aspectos a considerar: “El currículum escolar, el establecimiento escolar, los docentes, las poblaciones más vulnerables, la investigación, la enseñanza superior, los agentes de socialización externos a la escuela, la educación de adultos y la cooperación internacional” (Tedesco, citado por Tuts, y Martínez, 2006, p. 89).
La consideración de estos componentes como aspectos que deben estar planteados en toda acción educativa para la paz indica que la ejecución de la misma debe abarcar los tópicos formales y ocultos del currículo de la escuela; las condiciones físicas y sociales del espacio escolar; los docentes como agentes participantes de la formación; los educandos de los grupos poblacionales mayormente afectados por las desigualdades sociales; las indagaciones en materia de educación en valores y para la paz; la formación de los adultos para los re aprendizajes que conduzcan a la formación de padres con herramientas formativas de sus hijos y los aportes que se generan a través de las discusiones que en el ámbito internacional se generan en relación a la búsqueda de una vía para la paz, a través de la acción educativa.
Una educación para una cultura de paz representa, entonces, un proceso que abarca al estudiante en toda su complejidad como persona y como ser social, remite a todas y cada una de las formas de aprendizaje que desarrollan los estudiantes en el ámbito de la escuela, ya que se debe asumir a la paz tanto como un concepto (aprendizaje conceptual) una práctica (aprendizaje operativo) y un valor (aprendizaje actitudinal).E
En relación a lo señalado, Tuts y Martínez (2006) afirman que “La incorporación de la educación para la paz no supone la introducción de nuevas materias, sino su presencia de manera transversal, incidiendo en toda la intervención educativa, con sus correspondientes procesos de evaluación para su efectividad y constante mejora” (p. 89).
En ese orden de ideas, la ejecución de una educación para la paz, implica la facilitación de la práctica del diálogo en el ámbito del aula acerca de los problemas y conflictos inmediatos de los educandos para vincularlos con los valores universales. Igualmente, implica:
- La elaboración de materiales didácticos que se ajusten a las nuevas necesidades de interacción y diálogo que se generen en el aula;
- El desarrollo de estrategias que promueva la discusión, el conflicto/consenso, la participación activa grupal en forma respetuosa y ordenada y la práctica de experiencias y vivencias basadas en el compartir y cooperar.
- La profundización y mejora de la enseñanza de la lectura y la escritura, como herramientas que garanticen el desarrollo de las capacidades del pensamiento y del manejo de los recursos lingüísticos necesarios para la resolución pacífica de los conflictos, mediante el uso de la negociación;
- La generación de cambios en los estilos pedagógicos de la educación física y deportiva, enfatizando la misma como una práctica dirigida al desarrollo de las capacidades físicas, la recreación del cuerpo y la mente, la cooperación, la convivencia y el respeto en las actividades que impliquen competir o ejecución de esfuerzo físico.
Estas acciones no son más que la muestra de los cambios necesarios para el desarrollo de una educación en valores y para la paz. El número y complejidad de las mismas vendrá dado por la naturaleza y características de cada ámbito escolar, así como por los diferentes actores que participan en cada uno de ellos.

BASES LEGALES

CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Articulo 21 numeral 1
No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona.

LEY ORGÁNICA PARA LA PROTECCIÓN DE NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES.
Articulo 3
Las disposiciones de esta Ley se aplican por igual a todos los niños, niñas y adolescentes, sin discriminación alguna fundada en motivos de raza, color, sexo, edad, idioma, pensamiento, conciencia, religión, creencias, cultura, opinión política o de otra índole, posición económica, origen social, étnico o nacional, discapacidad, enfermedad, nacimiento o cualquier otra condición de los niños, niñas o adolescentes, de su padre, madre, representante o responsable, o de sus familiares.
Articulo 56
Todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a ser respetados y respetadas por sus educadores y educadoras, así como a recibir una educación, basada en el amor, el afecto, la comprensión mutua, la identidad nacional, el respeto recíproco a ideas y creencias, y la solidaridad. En consecuencia, se prohíbe cualquier tipo de castigo físico o humillante.
Articulo 91
Todas las personas tienen derecho de denunciar ante las autoridades competentes los casos de amenazas o violaciones a los derechos o garantías de los niños, niñas y adolescentes.
 Los trabajadores y las trabajadoras de los servicios y centros de salud, de las escuelas, planteles e institutos de educación, de las entidades de atención y de las defensorías de niños, niñas y adolescentes, tienen el deber de denunciar los casos de amenaza o violación de derechos y garantías de los niños, niñas y adolescentes de que tengan conocimiento, mientras prestan tales servicios. Antes de proceder a la denuncia, estas personas deben comunicar toda la información que tengan a su disposición sobre el caso al padre, la madre, representantes o responsables, salvo cuando sean éstos los que amenacen o violen los derechos a la vida, integridad y salud del niño, niña o adolescente. En estos casos, el padre y la madre deben ser informados o informadas en las cuarenta y ocho horas siguientes a la denuncia.
Articulo 158
Los Consejos de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes son los órganos administrativos que, en cada municipio y por mandato de la sociedad, se encargan de asegurar la protección en caso de amenaza o violación de los derechos y garantías de uno o varios niños, niñas o adolescentes, individualmente considerados. Estos Consejos son permanentes y tendrán autonomía en el ejercicio de las atribuciones previstas en la ley y demás normas del ordenamiento jurídico.

CAPITULO III

CONCLUSIÓN Y RECOMENDACIONES

Conclusiones Generales

Se entiende por violencia escolar la acción u omisión intencionadamente dañina ejercida entre miembros de la comunidad educativa (alumnos, profesores, padres, personal subalterno) y que se produce dentro de los espacios físicos que le son propios a esta (instalaciones escolares), bien en otros espacios directamente relacionados con lo escolar (alrededores de la escuela o lugares donde se desarrollan actividades extraescolares).
La violencia escolar es cualquier tipo de violencia que se da en contextos escolares. Puede ir dirigida hacia alumnos, profesores o propiedades. Estos actos tienen lugar en instalaciones escolares (aula, patio, lavabos, etc.), en los alrededores del centro y en las actividades extraescolares. Son dañinos psicológicamente pueden generar en algunos casos la muerte de la persona.
El nivel de agresividad y violencia ha crecido notablemente en los últimos años, creemos que esto se debe principalmente a la sociedad, ya que los problemas de violencia y en especial la del ámbito escolar, es causada por niños o jóvenes que son víctimas o testigos de violencia.
Es importante destacar que tanto las víctimas como los agresores, pueden padecer daños físicos e incluso llegar a la muerte así como se ha manifestado en los recortes que hemos anexados. Debemos tener en cuenta que si no trabajamos eficazmente en forma conjunta con la familia y la sociedad corremos el riesgo de que la violencia escolar llegue hasta tal punto de trágico así como lo demuestran estos anexos.
Es necesario que el ámbito educativo por su parte garantice que los docentes sean capacitados y estén en condiciones de reconocer los indicadores que permiten detectar la situación de violencia y enfrentarse al grave problema. El docente en su ámbito tiene la posibilidad de de identificar y aún de prevenir situaciones de riesgo para los alumnos, pudiendo relacionarse con el niño y su familia, favoreciendo así la prevención

Recomendaciones

·         Arbitrar las medidas para dentro de cada colegio puedan encontrarse los medios que generan el diálogo entre directores, maestros, estudiantes y sus padres.
·         Debe haber una normativa dentro de la institución porque el desorden promueve a la violencia, esta medida debe ser clara y bien explicada para que genere adhesión de todos.
·         El personal docente, necesita conocer las modalidades de la violencia, áreas de mayor violencia: recreos, baños, salida de la escuela, etc.
·         Se deberá distinguir si la violencia que se manifiesta en el ámbito educativo o si proviene de los hogares de los alumnos.
·         Se deberán evaluar las dificultades, fracasos y aciertos de las medidas implementadas

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ARELLANO N.(2004) Comunicación en la Prevención del Conflicto en Instituciones Educativas de Media, Diversificada y Profesional. Tesis Doctoral. URBE: Maracaibo Venezuela
DÍAZ (2005) Por qué se produce la violencia escolar y cómo prevenirla, Revista Iberoamericana de Educació.
FERNÁNDEZ, L. VILLAOSLADO, E. Y Funes. (2002). Conflicto en el centro Educativo Escolar. Madrid. Catarata.
FRAIRE (2003). Prevención de la violencia social en las escuelas. Quilmes-Argentina. MMIII. 64 Landeira Ediciones.

SANMARTÍN (2007) Violencia y acoso escolar, Mente y Cerebro, págs. 12-19

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